Sunday, 10 August 2014

Corto 12

Narro yo:
Lali se despertó con la respiración agitada, en pijamas y con su coño palpitando.
Mantuvo sus ojos cerrados mientras saboreaba el dulce sueño erótico que había tenido sobre Peter. En éste, él la había atado a la cama y le había exigido que admitiera su atracción por él, antes de tomarla fuerte y rápido, haciendo que se venga una y otra vez.
Lali gimió y deslizó una mano sobre su pezón hinchado. Éste rogaba por atención, así que lo apretó suavemente mientras movía la otra mano por el vientre hacia su pijama. Pasando por debajo de la cintura, movió su mano más abajo y se frotó el clítoris a través del algodón de su ropa interior. Gimió y presionó más. Se pellizcó los pezones al mismo tiempo que pasaba la mano debajo de la barrera de algodón de su ropa interior hacia su centro caliente y húmedo.
Sus dedos no podían sustituir lo que ella quería, pero una chica tenía que hacer lo que una chica tenía que hacer. Mantuvo los ojos cerrados e imaginó que eran los dedos expertos de Peter en vez de los suyos. Estaba mojada cuando sus dedos rozaron la apertura que rogaba ser llenada. Se metió dos dedos y trazó un círculo sobre su clítoris con el pulgar. Dejó escapar un largo y bajo gemido. Levantando sus caderas, empujó sus dedos más profundamente. Se pellizcó fuerte los pezones y el dolor agudo inundó su cuerpo mientras se sentía llegar al borde del clímax.

No escuchó el primer golpe en la puerta, pero a medida que sus gemidos se hacían más fuertes, el fuerte golpe sobre la vieja puerta de madera, finalmente penetró a través de su placer.
Maldijo y se frotó con los dedos más rápido y más profundo dentro de su cuerpo.
Su espalda estaba arqueada sobre la cama y podía sentir el sudor en la línea del cabello. Necesitaba la liberación, la dulce explosión que estada sólo a un latido de distancia. El golpeteo se hizo más fuerte y más contundente y se mordió el labio para no gritarle a quien fuera que estuviera en la puerta para que se largara. La presión acumulada llegó a un punto álgido cuando oyó a su madre, Emi, llamar desde la sala.
—¡Lali, abre la maldita puerta!

Lali mordió con fuerza su labio inferior, casi sacándose sangre, para no gritar cuando el sonido de su voz la envió por encima del borde.